– Ay, Alicia, llegaste y con este calor! Qué querés tomar?
– Agua, gracias, Marian.
– Agua?!?! No preferís un jugo de naranja, una gaseosa? Una cerveza?
– No, gracias, no tomo alcohol.
– Todavía no? Cuándo vas a empezar?!?!
Palabras más, palabras menos, esta es la conversación que siempre tengo con la mamá de Jonathan cada vez que nos vemos.
Como ayer a la tarde no trabajaba, fui a lo de Jonathan porque había elecciones locales y quería ver cómo era, cómo se vota, en vivo y en directo.
“Mirá que no son elecciones nacionales,” me previno. “No importa,” le aseguré. Y ayer, con todo el calor, me acerqué hasta Teddington.
Lo que se votaba sería como una especie de diputados provinciales que tienen representación en el parlamento. Antes de ir, Jonathan me estuvo aleccionando de cada cuánto se eligen, cuántos van por cada localidad, etc. Incluso había localidades que elegían intendentes, otras no – porque directamente no lo tienen! Hubo muchos años antes una especie de referéndum donde se le preguntaba a la gente si querían intendentes y algunos votaron que si, otros que no, y los que votaron afirmativamente, pues eligen su intendente y los que votaron que no, no lo hacen. Así de simple.
También estuve yo contándoles cómo es el sistema en Argentina y Marian pensaba que las boletas tenían las fotos de los candidatos, para la gente analfabeta. Le dije que no, y que de eso se encarga el presidente de mesa.
Bueno, pero mi mail es para contarles curiosidades, desde mi punto de vista argentino, por supuesto. Les paso a describir lo que me llamó la atención:
– No existe ni el feriado y tradicionalmente se vota un jueves. Tampoco existe el voto cantado: Uno puede decirlo, puede llegar al lugar con gorro, bandera y vincha, que está todo bien. Tampoco se muestra identificación alguna ni es obligatorio ir.
– Cuando se acerca el día de la votación, a todos les llega una tarjeta con su nombre, dirección, fecha y horario de votación (desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche), dónde vota (con un mapita incluido) y un número de registro. Esta tarjeta uno la puede llevar o no.
– A Jonathan le tocaba votar en la biblioteca, que está a la vuelta. Cuando llegamos, habían dos personas sentadas en la puerta, una mujer representando al partido Laborista y un hombre representando a los Conservadores, portando sendas escarapelas del color de sus partidos (lo del gorro, bandera y vincha es re-argentino, che). Le pidieron a Jonathan el número de registro, lo anotaron y pasamos. Cabe aclarar que sólo si uno quiere da el número de registro, si no, sigue de largo. Jonathan conocía a la mujer Laborista y me presentó diciendo “Esta es mi amiga Alicia, de Argentina, que viene a supervisar las elecciones y a controlar que ande todo bien”.
– Cuando entramos, en un salón de la biblioteca, había una mesa con dos mujeres. Una tomó la tarjeta de Jonathan, dijo su nombre y dirección en voz alta, subrayó sus datos en una hoja (el padrón) y la otra tomó una hoja (la boleta) y le hizo una marca con una especie de sacabocados y se lo entregó.
– Jonathan quería saber qué pasaba si yo iba con la tarjeta de su mamá y decía que era Mrs Ivey. Entonces llamaron a una especie de supervisor que andaba por ahí y se puso a charlar con nosotros. Para esto, Jonathan estaba todavía con la boleta en la mano, como si nada. TODOS como si nada!!! Todo relajado, todo cool. Este oficial nos explicó que si una persona se hace pasar por otra, y se desconfía, puede llegar a llamárselo aparte y hacerle unas preguntas particulares (cuánto hace que vive ahí, si paga impuestos, cuáles, qué se yo, ellos ya saben qué preguntar!) y si así y todo esa persona contesta bien, vota. El sistema está diseñado así, confía en las personas, en que quien quiera votar lo haga y responsablemente. Si se llegaran a dar cuenta de que esa persona no es quien dice ser, se anula el voto. También a este oficial Jonathan me presentó como la amiga de Argentina y yo ya estaba de todos colores.
– Llegó el momento de votar y no hay cuarto oscuro. Enfrente de la mesa habían unas especies de mostradorcitos donde uno apoyaba la boleta y marcaba con una cruz hasta tres candidatos de una lista de 8, más o menos. Estaba detallado nombre y apellido del candidato Y LA DIRECCIÓN DE SU CASA!!!!!!!! Yo no lo podía creer. Tampoco podía creer que yo, extranjera, extraña, estuviera al lado de Jonathan mirando cómo marcaba con una cruz sus preferencias!
– Marcar con una cruz es la norma, pero uno puede hacer un “tick”, o aun cualquier tipo de marca mientras que se encuentre dentro del cuadro. Incluso, uno puede dibujar una carita que se toma como válido, todo igual dependiendo del criterio de quien sea el presidente de mesa.
– Cuando ya estuvo marcada la boleta, Jonathan la puso dentro de una caja de plástico, a través de una ranura y nos fuimos y yo tengo su tarjeta como sourvenir.
Qué tal, eh? Qué distinto. Todo el tiempo en que Jonathan hablaba, preguntaba, me presentaba, y etc., yo me sentía re-incómoda, sentía que estaba en falta, que no estaba bien, por estar tan acostumbrada a las formalidades del sistema de Argentina. En fin, estuvo interesante y divertido.
Cuando llegamos, Marian nos estaba esperando para tomar el clásico e inglés té de las cuatro de la tarde.